viernes, 29 de marzo de 2013

Emma de Cartosio en "Poematica entrerriana contemporanea" (Sadi Grosso - 1958)


Reproducimos aquí la entrada sobre Emma de Cartosio presente en Poematica entrerriana contemporánea. Un trabajo de Sadi Grosso datado en el año 1958. Emma por su parte publicó más libros de los que aquí se señalan. Sugiero para esta información visitar la página que le dedica Autores de Concordia (Aquí). El poema colocado debajo pertenece a la mencionada antología de Sadi Grosso.

Nacida en Concepción del Uruguay, no tiene, en nuestro conocimiento, otros ejemplos poemáticos anteriores a “Madura Soledad” (1948), y por su adecuación a la presente muestra reproducimos el juicio de Luis Alberto Ruíz en “Entre Ríos Cantada” (antología): “La poesía actual de los jóvenes liricos –la que diariamente se hace y se publica- plena de impotente vaguedad, parece que sólo pudiera trasvasarse mediante la invención previa de un ficticio “mundo mágico” del poeta, y acontecer lírico, en limbos inasibles, poblados de ángeles feminoides, y deja para lo cotidiano (que es lo mágico, cuando se lo ve como Emma de Cartosio lo ve) la limosna, a veces, de un verso más o menos explícito, que sugiere la terrenidad del que los compuso. Pero esos rombos de ceniza, muy frágiles, de carbones ardidos hace tiempo, no nos inquietan. Sabemos que Emma de Cartosio nos ha entregado ya –y nos sigue entregando- mensajes directos de poesía –actas de presencia en el mundo., y que ella misma habita en medio de su segura posesión”.

Niña del retrato

Hay horas de sillones y zaguanes curiosos en los pueblos;
hay diarios que anuncia el nombre de los niños nacientes;
hay mujeres de balcón y misa recostadas sobre el ayer;
hay una casa con malvones, nietos de los que tú plantaras;
hay espacio y tiempo para ti, niña rubia del retrato
que busco en mi sangre, en la tierra litoral y en la nostalgia.
Tienes un oso maltrecho junto a tu corazón de hilo
celeste en el que abejas invisibles anidan y elaboran
salvaje miel de antiguos veranos luminosos.
El flequillo oro sobre las pupilas absortas
en el mediodía de un perdido arenal parpadeante
que te miró de frente y fijo una vez, sólo una vez,
cuando a través de ti posó, virgen y desnuda, la vida
ante el siempre insomne ojo de su dorada eternidad.
Pero aunque inhallable, el perdido arenal fué creciendo
dentro de ti hasta el grito azul que en mirada, inocente
pero inflexible como la de Aquel a cuya memoria
tu olvido la confiase, nombra a la niña que en mi sangre
resbala por el corredor de las arterias, curioseando
bebiendo de vasos capilares y directamente del corazón
el zumo, ya dulce, ya amargo, de la soledad en primavera.
Pero la niña que infatigablemente renueva mi sangre
busca entre las cosas y los fantasmas, la respuesta
que a la otra, a la pequeña criatura sabia del retrato,
le llegaba como un sueño plácido entre pesadillas.
Recorro descalza el verano litoral y me concentro
en piel bajo el sol de la costa mientras mis párpados
aguardan el santo y seña del reverbero que anuncie,
niña rubia del retrato, tu retorno en bienvenida.

Pasa el ayer con inmóvil rostro de muñeca;
pasan la dicha, el dolor, la verdad y el río;
aprieto más y más los párpados.
A lágrimas conjura la ceguera que le impongo,
la habitual niña que bebe en mi sangre.
A lágrimas te recupero en nostalgia, criatura,
absorta criatura celeste del retrato.

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En Obra completa, 1era. Edición, Mac Ediciones. Paraná:1992

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