miércoles, 20 de marzo de 2013

Las alegrías del sol (1929) / Daniel Elías


Sonetos I al V del libro póstumo de Daniel Elías. 

I

   Elogiemos al sol, cuya alegría
hasta el alma se infiltra, y cuya clara
lumbre sazona los trigales, para
que tengamos el pan de cada día.

   Encomiemos la fresca epifanía
de la aurora gentil, que nos prepara
el azul matinal con que se aclara
la perspectiva de la lejanía.

   Querrámosle y cantémosle con toda
nuestra sinceridad. Vaya la oda
hasta su trono mismo, y cada verso

se carbonice en su fulgor dorado
como un insecto mísero quemado
en la hoguera vital del universo.

II

   Un alocado sol de primavera
a mi recinto por entrar se afana,
y ríe en el cristal de la ventana
con su dorada risa mañanera.

   Sus fulgores perforan la vidriera
y vienen, perfumados de besana,
trayéndome el añil de la mañana
en el ala sutil de una quimera.

   Se largan a volar mis alegrías
en derredor del sol, como teorías
rodeando en torno de un sagrado mito.

   Tiendo la vista a la extensión serena
en que vibra el trigal, y a boca llena
bebo en sorbos de luz el Infinito.



III

   El diligente día, en su sereno
trajín, por la amplitud se desparrama,
regalando el exceso de su llama
como un rentista inteligente y bueno.

   Dora el almiar en que se tuesta el heno
agita en la arboleda un pentagrama,
y a lo largo del vasto panorama
entibia el surco de esperanzas lleno.

   Asiste a la labor de la batea
en que la espuma del jabón blanquea
con su alegría burbujeante y franca,

y cuelga un haz en el cordel tirante
donde tiembla nerviosa y ondulante
la rosa limpia de la ropa blanca.

IV

   Lució la aurora su plumaje fino
como un gallo solar que abre las alas,
y trizó una calandria entre los talas
el cristal milagroso de su trino.

   Lentamente el paisaje campesino
se fué aclarando en primorosas galas,
y una hidráulica rueda con sus palas
molió el azul del cielo cristalino.

   Blanca y de blanco, en allegarte al tambo
el céfiro te dijo un ditirambo;

y al sentarte indolente en aquel poyo
que la ocasión brindó para tu gracia,
semejó tu delgada aristocracia
un amplio sueño de reciente apoyo.

V

   Brilla la reja del arado. El suelo
Recién herido, exhala sus aromas
sutiles de humedad. Puntos y comas
la luz escribe sobre el arroyuelo.

   Flamea allá a lo lejos el pañuelo
de un reciente cordero entre las lomas,
como si despidiese a las palomas
que raudas surcan el azul del cielo.

   Un semental nervioso, con su aguda
clarinada metálica saluda
la circundante inmensidad bravía:

un relincho rotundo y desafiante
como si fuera un atrevido guante
arrojado a la faz del claro día.

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Elías, Daniel; Las alegrías del sol. Obras póstumas editadas por la Asociación Cultura. Concepción del Uruguay, 1929


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