sábado, 13 de abril de 2013

Numen Montaraz / Guillermo Saraví


I

Solar de los matreros
que tienes en el alma
un andrajo de poncho
y un astilla de lanza:

la cuchilla y el monte
todavía resguardan
viejas cosas que quieren marcharse de la tierra
yo no sé por qué rutas ignoradas.

Para los que llevamos en la sangre
los huraños motivos de la raza,
el pasado está vivo como nunca
y el agrio numen de los bosques habla.

Para las gentes nuevas
tal vez n diga nada
la musa que se ajusta los cabellos
con vincha colorada
y que en vez de una túnica de seda
viste un ropaje tosco de zaraza.

Tierra que se amansó trágicamente
y rindió sus tacuaras
que la bravía tradición lavaron
sirviendo de picanas…

Mientras la selva se abre,
el cielo azul de las llanuras baja
con los linos que vistos desde lejos
fingen lagunas de dormidas aguas;

pero el zorzal nativo permanece
fiel al recuerdo de la edad pasada
y a modo de un alivio quejumbroso
en la agonía de la selva canta.





II

Como hay ceniza de héroes
en los terrores de las sendas ásperas,
brotan a veces sobre la llanura
pequeñas margaritas encarnadas.

Y cuando el fuerte ventarrón se azota
contra los algarrobos y los talas,
la soledad se llena
de conmoción extraña,
y por el campo azul de las visiones
pasa Jordán con las falanges blancas.

Arde el rojo crepúsculo siniestro
como una quemazón a la distancia.
Todas las tardes la leyenda vuelve
como si en ese resplandor hallara
algo de los fogones legendarios
que extinguieron sus brasas.

Y aunque los hombres mueren
y aunque las cosas cambian,
y nuevas inquietudes nos absorben
y nuevos ideales nos arrastran,
la patria chica guardará por siempre
en el fondo de su alma
la tela burda del antiguo poncho
y el guayacán quebrado de la lanza.

III

Árbol nativo: préstanos tu sombra,
dános la fortaleza de tu savia
para que el tiempo nuevo nos encuentre
dignos de otra patriada.

Hoy viene a sollozar sobre tu copa
que al cielo tiende las floridas ramas
en una gran aspiración de cielo,
el dolor de las últimas calandrias.

Nos abrazamos a tu tronco erguido
como el orgullo de la estirpre brava
que ayer fué un heroísmo en la pelea
y hoy es un heroísmo que trabaja.

Y contra el viento de ultramar que llega
de las distantes urbes afiebradas,
desatarás tu viento formidable
cuyas tremendas rachas
les dirán como rugen tus jaguares
y de qué modo tus jilgueros cantan.

Árbol nativo: préstanos tu sombra,
dános la fortaleza de tu savia!

IV

Tierra donde mi cuna se meciera
a la sombra del seibo florecido
y en la que vuelvo a reconstruir el nido
feliz y tibio de la edad primera:

curado ya de su inquietud viajera
en ti mi corazón ha revivido
y aunque sin tregua el sinsabor le ha herido
canta y se alegra en tu dichosa vera.

Vuelven de sus románticas andanzas
todos mis sueños y mis esperanzas
que destrozar la adversidad no pudo.

Y el alma viene, en oblación suprema,
a deshojar la flor de su poema
sobre el metal sin mancha de tu escudo.

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en Saraví, Guillermo, Numen Montaraz, Imprenta López. Buenos Aires:1928

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