sábado, 4 de mayo de 2013

Hierro, Seda y Cristal / Poemas de Saraví


Algunos poemas de Saravì incluidos en el tomo compilado por un grupo de amigos en 1925: "Hierro, Seda y Cristal".
Transmigración

                     I

Como un jirón de tragedia
llevo en el alma vencida
todo el dolor de mi vida
y el asco de su comedia.

Eternamente me asedia
una visión inquerida
y soy la sombra perdida
de un juglar de la Edad Media.

A veces entre mis manos
como diamantes divinos
tiemblan los astros lejanos,

y en mis sueños peregrinos
hay balcones florentinos
y nocturnos venecianos.

                     II

Allá en un tiempo distante,
no sé en qué tierra ignorada,
tuve rodela y espada
y fuí caballero andante…

O fuí monje mendicante
de una orden olvidada,
que hizo una absurda jornada
hacia los cielos de Dante…

Pero ahora sólo sé
que en el gótico interior
donde mis sueños até,

monje, juglar o señor,
vengo a quemarme en tu amor
para morir en mi fe.


Hierro, Seda y Cristal

El hierro de las armas, la seda de mi manto,
el cáliz a la vera del sagrado misal…
Alternan en mi vida rebeldía y quebranto,
pero por sobre todo florece el ideal.

Así entraña el absurdo sentido de mi canto
una mezcla de hierro, de seda y de cristal.


El buque trágico

Mi alma es un buque trágico joyado de secretos,
Corsario ya deshecho que se hunde en el confín
Llevándose una carga de blancos esqueletos
Entre los áureos cofres de un antiguo botín.

Lunas maravillosas alumbran su deforme
velamen, con que juegan los vientos, al azar,
y va sobre las olas como la sombra enorme
de un gran pájaro herido que se arrastra en el mar.

No podrán abordarlo… Un círculo terrible
en torno suyo estrecha por siempre el imposible
y en las tinieblas se hunde su tétrica visión…

Y es fama que en las noches más azules y bellas,
han visto bajo el tenue fulgor de las estrellas
una espantosa imagen, de pie, junto al timón.

Profesión de Fé

Con un poco de ilusión
y de lirismo, señora,
calmo la desolación
de mi pobre corazón
que silencia su dolora.

No hallan mis pies otra alfombra
que la del yermo maldito,
y ya el dolor ni me asombra…
En este abismo de sombra
ser águila es un delito.

Pero yo elevo mi frente
contra mi propio pesar,
y en el mal que me resiente
mis manos de combatiente
no saben acariciar.

Bajo el azote imprevisto
del destino siempre fiero,
lleno de entereza insisto
con humildades de Cristo
y orgullos de mosquetero.

No me doy nunca mohíno
a llorar bajo este azote,
que aunque sea adverso el destino
no es más que un triste molino
para mí que soy Quijote.

Me ungió en su gracia celeste
la beatitud estelar,
y no hay dolor que más cueste
ni que más me duela que este
dolor sin fin de soñar.

Mis hermanos nada ven,
triunfa el eterno redil,
y hasta el más lánguido amén
nos deja sin somatén
en la Torre de Marfil.

En un olímpico estruendo
naufraga nuestro arrebol,
y en su naufragio tremendo
con él nos vamos hundiendo
los Nazarenos del Sol…

Y si ya mi corazón
ni se estremece ni llora,
es porque en su inmolación
hay un poco de ilusión
y de lirismo, señora.

1917.

en Hierro, Seda y Cristal, Librería de Juan Roldán y Cia. Buenos Aires:1925




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