Madrugada
La aurora se
levanta risueña como un chico.
El sol
pública y abre llanuras y distancias.
De las
barbas gauchescas de los sauces escapan
como frases
serenas las primeras bandadas.
Me siento
rico en cada yuyito o flor que veo.
La mañana es
ferviente como un grillo sonoro.
Voy paciendo
emociones… ¡Salud, señores pájaros!
Sacuden
horizontes los vientos de mi gozo.
Mañana
El puño del
colono revuela como un pájaro
y se abre en
numerosas canciones de semillas.
El campo es
una mansa palabra del Señor,
y cielo
desvelado no es más que su alegría.
Como un
cariño nuevo se agranda el firmamento.
Las fáciles
llanuras se ahondan cual anhelos.
Y en tanto
se desata la luz sobre las eras
mi corazón
madruga como la primer labriega.
Mediodía
Camino rumbo
a un canto perdido entre las mies.
Toda cosa
predica su bellida existencia,
mientras yo
las contemplo como quien las rezara.
El nidal de
mi pecho, de hermosura se alegra.
Otra cosa no
tengo que la tierra y cielo.
Un agüita de
grillos por el campo se encrespa.
Y al tornar
el labriego con las manos ungidas
la mañana es
redonda como el pan de su mesa.
Siesta
Me tendí
largo a largo con el sueño en el trébol.
El molino
hila un viento haragán y delgado.
Numerosos tractores
van cantando distancias.
Una roldana
parte la siesta. Lindo el campo.
Dobla sus
florecidas marañas el silencio.
Homenajes de
luz. Recién hoy he mirado…
El momento
persuade como un claro consuelo
y es reposo
en las vidas y sosiego en los pastos.
Oración
Mi desgano
se entrega largamente al instante.
Los espacios
cansinos en nosotros padecen
y la tarde
convida cual sabrosa aventura…
Un recuerdo
de luz es el campo yacente.
Los confines
teatrales desbarrancan el Tiempo.
Minuto tan
antiguo que vuelve de la muerte.
La llanura,
mendiga de balidos, caduca,
y tal vez
una moza por la senda, oscurece…
Noche
La majada
del día va dejando vellones.
Espoleado de
grillos el silencio galopa.
Por el monte
profundo desensilla la noche
nostalgiosa
de leguas. La sombra nos perdona.
Se recuestan
los sauces en la niebla soñera.
Mi quietud
es orilla donde expiran las horas.
En la huraña
y ceñida soledad tiembla el rancho
y se
enciende lo mismo que una voz cariñosa.
Medianoche
Los astros
hacen rondas en torno del Señor.
Se deshojan
los siglos; toda quietud es vieja.
Mi ayer
encajonado para siempre en los años
en la paz
solitaria me aproxima su ausencia.
Es el mundo
olvidado de sí mismo, la noche
que rechaza
mis pasos serenados de estrellas.
Calladas
aves cruzan buscando la alborada,
y desfilan
las ánimas suspirando luciérnagas.
Las fotos están tomadas del Facebook del grupo musical Perota chingo.-
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de “Tierra
amanecida” en Mastronardi, Carlos; Mastronardi.
Obra Completa. Edición a cargo de
Claudia Rosa 1ª edición. Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe: 2010
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