sábado, 31 de agosto de 2013

[Traveseando] La confesión de un paraguas - Cuando llueve / Ricardo Zelarayán

La confesión de un paraguas

Vivo casi siempre en un rincón oscuro, pero cuando llueve me abro como una flor. Rara vez he visto el sol. Apenas lo recuerdo. Apenas me lo imagino.
Soy un ala redonda a la que no dejan volar.
Me han dicho que en realidad soy un techo que camina, un techo ambulante que aparece cuando llueve.
Me abren y enseguida me inflo como un pavo y siento caer la lluvia sobre mí.
Soy un paraguas para atajar mil lluvias:

chaparrones, aguaceros, garúas
lloviznas... En fin, toda la familia...

Después cuando me cierran, me siento mustio, marchito como una flor o peor... como un fosforo apagado. Menos mal que me llevan abierto cuando hace rato dejó de llover.
Y cuando estoy abierto me siento un ala prisionera, la única ala hecha para mojarse cuando llueve. Y entonces quiero escaparme en serio, escaparme volando... Pero me tienen bien sujeto por ese dichoso mango traidor. Ni los pájaros ni los barriletes vuelan cuando llueve. Yo, en cambio, quiero volar en medio de la lluvia hasta verle la cara al sol.
Ni flor ni pájaros. Flor negra, pájaro negro, me han dicho alguna vez. Y hasta dicen que es de mal agüero llevarme creyendo que va a llover.
Tal vez por eso me olvidan con facilidad. El nuevo dueño siempre me cuida más que el que me perdió. Pero, de todos modos, hace conmigo lo mismo que el otro: abrirme, cerrarme, sujetarme, olvidarme... Y así se va la vida.
Me han hecho para navegar por la lluvia como una canoa al revés.
Somos todo un pueblo que aparece con la lluvia. Brotamos como los hongos cuando comienza a llover.
Pero ya somos creciditos. Es hora de soltarnos y dejarnos volar. Tenemos que esperar un descuido para escaparnos como los globos. ¡Ah! ¡Cuándo seremos paraguas sin mango!
Al final uno se parece al pelo y las uñas, que quieren crecer y seguir creciendo siempre... ¡Y los cortan! Pero éste ya es otro cuento.



Cuando llueve


Cuando llueve, ¿quién se moja más? ¿El que corre o el que camina despacio? Adivina adivinador. ¿Nunca se sabrá?
Cuando llueve, el mosquito se moja menos que el elefante, y la mosca menos que el tigre y que las pulgas del tigre. Pero, ¿qué no daría el mosquito por tener la sombra de un elefante y la mosca la sombra de un tigre?

Cuando llueve, nadie quiere mojarse pero todos se mojan, menos los que consiguieron ponerse debajo de algo, techo o paraguas, que son casi todos. Así no vale.
Cuando llueve, el árbol que hace sombra de sol, hace sombra de lluvia
Cuando llueve, no se puede volar o se vuela menos. Y los pájaros buscan un árbol frondoso o un alero, porque nadie les enseñó a cubrirse con las alas.
Cuando llueve, a los mares o a los ríos ni les va ni les viene, porque nunca se mueren de viejos. Las lagunas y los lagos no están tan seguros y, cuando llueve, sonríen encantados.

Cuando llueve, es la fiesta de los sapos. No hay mal que por bien no venga.
Cuando llueve, fracasa la casa que no podemos terminar, como el fuego al aire libre que no podemos encender.
Pero... cuando llueve, las gotas se dan al fin un baño de tierra.
Cuando llueve, tu pelo se moja mucho y tus ojos nada... porque están bajo techo.
Cuando llueve, no hay canto de pájaros.
Cantemos nosotros al ritmo del aguacero.
Cuando llueve, es mejor que sea en verano que en invierno, es cierto.
Pero... nunca se sabrá si se moja más el que corre o el que camina despacio.


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La primer edición de este texto fue: Traveseando, Colección La manzana roja, Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1984.


Para esta transcripción se ha seguido la incluida en Ahora o nunca. Poesía reunida. 1ª edición. Editorial Argonauta. Buenos Aires:2009. Pp. 75-92 y la de Eloísa Cartonera en su Colección Nueva narrativa y poesía Sudaca Border. Buenos Aires:2010.

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