domingo, 1 de septiembre de 2013

(Sobre Juan José Manauta) Recordar es una forma de renacer / Héctor C. Izaguirre



El poemario “La mujer de silencio” (1954) inicia su periplo y lo cierra ”Entre dos ríos” (2009). Pero fueron sus novelas y cuentos los que forjaron su más alto prestigio. “Las tierras blancas” supone novela de cuño contrapuntístico: Madre y Odiseo . Madre traza un perfil de la miserable vida trashumante. Junto al Gualeguay, primero, en estériles medanales, después, alzados en medio de fértil tierra provinciana. La otra voz se asocia con su hijo Odiseo que transita con asombro y limitaciones esa desposeída porción marginal, que cobrará su vida. Junto a Madre y Odiseo, gente servicial y amistosa, proveedores, fugaz sombra de incitadores sociales, jugadores, incendiarios con otras “tareas” afines, pescadores y chiquilinada de sueños efímeros.

Dos protagonistas se mueven en silencio: el río y el hambre. El primero provee de incierta comida pero cuando avanza es animal terrible. El hambre genera obsesivas páginas que asocian denuncia e inquietud estética: “Otra vez el hambre y es como decir, otra vez la mañana, el atardecer, el mediodía. Otra vez la primavera (…) el hambre muerta de las tierras blancas”. El guiso del Ejército será salida transitoria. Odiseo cumple también ese rol mensajero. 

“Cuentos para la dueña dolorida” (1961), “Los degolladores” (1980), “Disparos en la calle” (1985) y “Colina de octubre” (1993), suponen su valioso aporte cuentistico. Manauta consideró a su obra como esencial expresión estética más que derivación de tal cajonera ideológica. En su “Dentre” para los Cuentos Completos (UNER 2006) lo aclara con ironía: “Escribí obra sobre transportadores de almas y de brujas y contrabandistas, también velé a un niño dormido sobre maloliente basural y soñando que remontaba un barrilete con auxilio de viento y aire puro, recordé a un hombre sin trabajo que hablaba con su perro y a otro que convertía en locomotora a su carretilla. Por todo eso, y algo más, me llamaron realista”. 

Hay, en su obra, ambientes sórdidos, pobreza, explotación de grandes y de niños, que trabajan para sobrevivir. 

Pero también sueños, amores, deseos, sucesos derivados de batallas perdidas (López Jordán). En estas últimas sólo de paso las jerarquías de la historia lugareña, “sobrepasados” por personajes singulares de la ficción, tales como el mayor Ponciano Alarcón y su ayudante Martín Flaco que conforman una dualidad de raigambre cervantina que ronda lo grotesco, aunque en visión enmarcada por dignidad que mueve a la risa y al respeto. El fiel ayudante Martín Flaco, desde su físico y nombre, supone una lograda inversión de Sancho Panza. Junto a él, el Mayor que, en la derrota, avanza hacia atrás, sin perder el respeto de los suyos. El Quijote, seco su cerebro, prepara su armadura para la gran aventura. 

A Don Ponciano, de regreso de la guerra, le niegan tierra que le diera de palabra López Jordán. Desatendido y molesto, se saca la ropa militar delante de todos y desnudo, rechaza el poncho que le arrima Martín Flaco. Como surge de lo previo, los niños y la mujer suponen un singular centro de interés. Sin olvidar a Madre,(“Las tierras blancas”), una muchacha, luego de recibir regalo, enseñó a besar al dadivoso Ponciano joven. Y también lo que debe saberse y hacerse después. “Las mujeres son de las que ellas eligen”, dirá un personaje. 

La dignidad, ya señalada, alcanza nivel grotesco en “Balada de un llorador”. El “profesional del llanto” se equivocó de velorio y lloró en el de su hermana melliza, muerta el mismo día y en cercanías. Las mellizas compitieron, en vida por el mismo hombre pero como el sacerdote sólo casó a una de ellas, vivieron separadas pero sin despegarse de aquel a quien querían. Por tal causa, el error del llorador. La propia muerta, saliendo de su cerrojo mortuorio, debió alertarlo.. El pobre hombre, compungido pero digno no cobrará sus servicios pero se quedará sólo si le permiten llorar por las dos. 

Este es el mundo caótico y creativo del escritor designado Ciudadano Ilustre de Gualeguay, Doctor Honoris Causa por la UNER. El Fondo Nacional de las Artes y la Universidad de Lanús coincidieron en otorgarle premio a la Trayectoria.

Fuente:El Entre Ríos

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